Al terminar el sermón el predicador pidió que quienes quisieran hacer este pacto con Dios se pusieran en pie y oraran. Esto ya lo había visto varias veces en las iglesias y constantemente se hacen llamados a hacer pactos de obediencia a Dios, ya sea a los diezmos, a guardar su ley, a adoptar cierto estilo de vida, etc. pero ¿es esto bíblico? NO
Podemos ver varios pactos de obediencia en la biblia y el resultado es el mismo. Por ejemplo, Pedro le prometió a Jesus que nunca lo negaría, y el resultado fue que a las horas ya había roto su pacto. Si vamos a Nehemías 10, el pueblo entero promete que "andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor". y que "si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercaderías y comestibles en día de reposo, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado (v. 29 y 31 )" . Sin embargo más adelante nos Nehemías nos cuenta que "En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de reposo; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones. También había en la ciudad tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en día de reposo a los hijos de Judá en Jerusalén. Y reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué mala cosa es esta que vosotros hacéis, profanando así el día de reposo? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el día de reposo? " (13: 15-18). Si leen el pacto completo verán que lo profanaron punto por punto.
Pero al pacto que la biblia nos llama la atención es al de Exodo: "Haremos todo lo que el Eterno ha dicho" (Éx. 19:8). Dios no les pidió que hiciesen esa promesa. Muy pronto la quebrantaron adorando al becerro de oro.
Pablo en Galatas 4:22-26 nos dice que:
Podemos ver varios pactos de obediencia en la biblia y el resultado es el mismo. Por ejemplo, Pedro le prometió a Jesus que nunca lo negaría, y el resultado fue que a las horas ya había roto su pacto. Si vamos a Nehemías 10, el pueblo entero promete que "andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor". y que "si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercaderías y comestibles en día de reposo, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado (v. 29 y 31 )" . Sin embargo más adelante nos Nehemías nos cuenta que "En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de reposo; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones. También había en la ciudad tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en día de reposo a los hijos de Judá en Jerusalén. Y reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué mala cosa es esta que vosotros hacéis, profanando así el día de reposo? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el día de reposo? " (13: 15-18). Si leen el pacto completo verán que lo profanaron punto por punto.
Pero al pacto que la biblia nos llama la atención es al de Exodo: "Haremos todo lo que el Eterno ha dicho" (Éx. 19:8). Dios no les pidió que hiciesen esa promesa. Muy pronto la quebrantaron adorando al becerro de oro.
Pablo en Galatas 4:22-26 nos dice que:
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.
Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.
Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.
Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.
Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
"El pacto y la promesa de Dios son una y la misma cosa... Los pactos de Dios con el hombre no pueden ser otra cosa que promesas hechas al hombre...
Después del diluvio, Dios hizo un pacto con todo ser viviente de la tierra: aves, animales, y toda bestia. Ninguno de ellos prometió nada a cambio (Gén. 9:9-16). Simplemente recibieron el favor de manos de Dios. Eso es todo cuanto podemos hacer: recibir. Dios nos promete todo aquello que necesitamos, y más de lo que podemos pedir o imaginar, como un don. Nosotros nos damos a Él; es decir, no le damos nada. Y Él se nos da a nosotros; es decir, nos lo da todo. Lo que complica el asunto es que, incluso aunque el hombre esté dispuesto a reconocer al Señor en todo, se empeña en negociar con Él. Quiere elevarse hasta un plano de semejanza con Dios, y efectuar una transacción de igual a igual con Él" (Waggoner, Las Buenas Nuevas. Gálatas, versículo a versículo, p. 85 y 86).
"El evangelio fue tan pleno y completo en los días de Abrahán, como siempre lo haya sido, o pueda llegar a serlo. Tras el juramento de Dios a Abrahán, no es posible hacer adición o cambio alguno a sus provisiones o condiciones. No es posible restarle nada a la forma en la que entonces existía, y nada puede ser requerido de hombre alguno, que no lo fuese igualmente de Abrahán" (Id, p. 88).
"Hoy existen esos dos pactos. No son cuestión de tiempo, sino de condición. Que nadie se jacte de su imposibilidad de estar bajo el antiguo pacto, confiando en que se pasó el tiempo de éste. Efectivamente, el tiempo pasó, pero sólo en el sentido de que ‘bastante tiempo habéis vivido según la voluntad de los gentiles, andando en desenfrenos, liviandades, embriagueces, glotonerías, disipaciones y abominables idolatrías’ (1 Ped. 4:3)" (Id, p. 124).
Sobre esto el Espíritu de Profecía nos dice:
"Sois moralmente débiles, esclavos de la duda y dominados por los hábitos de vuestra vida de pecado. Vuestras promesas y resoluciones son tan frágiles como telarañas. No podéis gobernar vuestros pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de vuestras promesas no cumplidas y de vuestros votos quebrantados debilita la confianza que tuvisteis en vuestra propia sinceridad, y os induce a sentir que Dios no puede aceptaros [eso es lo que significan las palabras de Pablo acerca de que el viejo pacto ‘engendró para servidumbre’]... Lo que debéis entender es el verdadero poder de la elección... Este es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la elección correcta. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que Él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en Él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con Él" (Camino a Cristo 47 y 48).
Dios solo nos pide que creamos en sus promesas que nos dará el poder para cumplir todo lo que el pide. La justicia viene por la fe en Dios y no en mi mismo y en lo que puedo hacer. Aun no hemos aprendido a echar nuestra carga sobre el Señor.
"Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque El no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo. Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas. No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?" Eclesiastes 5:4-6
Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.
Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.
Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.
Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
"El pacto y la promesa de Dios son una y la misma cosa... Los pactos de Dios con el hombre no pueden ser otra cosa que promesas hechas al hombre...
Después del diluvio, Dios hizo un pacto con todo ser viviente de la tierra: aves, animales, y toda bestia. Ninguno de ellos prometió nada a cambio (Gén. 9:9-16). Simplemente recibieron el favor de manos de Dios. Eso es todo cuanto podemos hacer: recibir. Dios nos promete todo aquello que necesitamos, y más de lo que podemos pedir o imaginar, como un don. Nosotros nos damos a Él; es decir, no le damos nada. Y Él se nos da a nosotros; es decir, nos lo da todo. Lo que complica el asunto es que, incluso aunque el hombre esté dispuesto a reconocer al Señor en todo, se empeña en negociar con Él. Quiere elevarse hasta un plano de semejanza con Dios, y efectuar una transacción de igual a igual con Él" (Waggoner, Las Buenas Nuevas. Gálatas, versículo a versículo, p. 85 y 86).
"El evangelio fue tan pleno y completo en los días de Abrahán, como siempre lo haya sido, o pueda llegar a serlo. Tras el juramento de Dios a Abrahán, no es posible hacer adición o cambio alguno a sus provisiones o condiciones. No es posible restarle nada a la forma en la que entonces existía, y nada puede ser requerido de hombre alguno, que no lo fuese igualmente de Abrahán" (Id, p. 88).
"Hoy existen esos dos pactos. No son cuestión de tiempo, sino de condición. Que nadie se jacte de su imposibilidad de estar bajo el antiguo pacto, confiando en que se pasó el tiempo de éste. Efectivamente, el tiempo pasó, pero sólo en el sentido de que ‘bastante tiempo habéis vivido según la voluntad de los gentiles, andando en desenfrenos, liviandades, embriagueces, glotonerías, disipaciones y abominables idolatrías’ (1 Ped. 4:3)" (Id, p. 124).
"Los preceptos de Dios son promesas. No puede ser de otra manera, pues Él sabe que no tenemos poder alguno. ¡El Señor da todo aquello que requiere! Cuando dice ‘no harás...’ podemos tomarlo como la seguridad que Él nos da de que si creemos, nos guardará del pecado contra el que advierte en ese precepto" (Id, p. 93).
El nuevo pacto es la promesa unidireccional que Dios hace, de escribir su ley en nuestros corazones, y de darnos salvación eterna como un don gratuito "en Cristo". El pacto antiguo es la promesa vana de obedecer, hecha por parte del pueblo, "el cual engendró para servidumbre" (Gál. 4:24). Los fracasos espirituales de muchas personas sinceras son el resultado de haber sido educados en los conceptos del pacto antiguo, sobre todo en la niñez y juventud.
"Sois moralmente débiles, esclavos de la duda y dominados por los hábitos de vuestra vida de pecado. Vuestras promesas y resoluciones son tan frágiles como telarañas. No podéis gobernar vuestros pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de vuestras promesas no cumplidas y de vuestros votos quebrantados debilita la confianza que tuvisteis en vuestra propia sinceridad, y os induce a sentir que Dios no puede aceptaros [eso es lo que significan las palabras de Pablo acerca de que el viejo pacto ‘engendró para servidumbre’]... Lo que debéis entender es el verdadero poder de la elección... Este es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la elección correcta. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que Él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en Él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con Él" (Camino a Cristo 47 y 48).
Dios solo nos pide que creamos en sus promesas que nos dará el poder para cumplir todo lo que el pide. La justicia viene por la fe en Dios y no en mi mismo y en lo que puedo hacer. Aun no hemos aprendido a echar nuestra carga sobre el Señor.
"Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque El no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo. Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas. No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?" Eclesiastes 5:4-6
Si ves en tu iglesia que el predicador hace el llamado a hacerle promesas a Dios, no lo hagas pues "Cuando te abstengas de prometer, no habrá en ti pecado" Deut. 23:22.
Que Dios les bendiga
Con amor
Jenu
Que Dios les bendiga
Con amor
Jenu
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